Cali, junio 8 de 2025. Actualizado: viernes, junio 6, 2025 23:28

Pedro Luis Barco Díaz, Caronte

Buenaventura, mucho más que la capital mundial de las ballenas jorobadas

Pedro Luis Barco Díaz, Caronte

Ha comenzado la temporada de ballenas 2025 en el Pacífico vallecaucano, y con ella la oportunidad de presenciar uno de los espectáculos más majestuosos que ofrece la naturaleza.

En Juanchaco y Ladrilleros, el mar se transforma en un escenario maravilloso donde las yubartas emergen con su imponente presencia, desafiando la gravedad con sus bailes ancestrales.

Buenaventura es una enigmática y vibrante ciudad africana, llamada también “Tura”, el apelativo tierno con el que la juventud bonaverense la mina; “Turín Turán”, como la popularizaron Junior Jein y Son de AK; o «esa perenne ruina gris», según la descripción del alucinado poeta y novelista Álvaro Mutis.

Desde que se traspasan los túneles de la aún inconclusa carretera al mar, se empieza a sentir la magia de la selva húmeda tropical más lujuriosa del planeta.

La culpable de ese descomunal derroche de vida es la evotranspiración de millones de árboles que elevan a la atmósfera vapor de agua, generando las precipitaciones más altas del mundo.

En Buenaventura, en realidad, hay dos estaciones: la temporada de lluvia y la temporada de más lluvia. Y así será, Dios lo quiera, mientras haya selva.

Lo segundo que se advierte al llegar a la planillanura del Pacífico es el calor pegajoso, el olor a vegetación en descomposición y los arroyos de agua diáfana, que tributan, por centenares, al Dagua.

Las quebradas, transformadas por los nativos en balnearios junto a la carretera, son esplendorosas: El Salto, con sus tres cascadas; La Delfina, de repentinas crecientes; La Víbora, donde Jorge Isaacs, espantando ofidios y a la lumbre de las velas, escribió parte de su inmortal novela María, y muchas más en parajes de ensueño.

Hasta que se llega a la ciudad, caótica, abigarrada, amontonada y vital, que vibra en clave de mapalé y de reguetón, y que permanece a la deriva en un mar tempestuoso.

Mas allá, en su zona rural norteña, en Juanchaco y Ladrilleros, todos los años se presenta el espectáculo más grandioso que puede ofrecer el mundo natural, y que hace palidecer de envidia a los más encopetados sitios turísticos del mundo: la llegada de las ballenas jorobadas.

Buenaventura es, por derecho propio, la capital mundial de las ballenas jorobadas, o yubartas, un espectáculo de mayor contenido emotivo que los tradicionales safaris fotográficos de las tierras africanas.

Es el segundo municipio de mayor territorio en el país (30% del Valle del Cauca) y el número 18 en población.

La nación, desde siempre, la ha visto por encima del hombro, como un puerto que aporta recursos, y no les ha parado mayores bolas a sus habitantes, a los porteños.

Mejor dicho, la incluyen en su potencial económico minero, pesquero y maderero; pero la excluyen en el aspecto social y humano.

Esta es la verdadera razón por la cual muchos de los proyectos que se diseñan en los escritorios capitalinos, no obtienen apoyo de la comunidad, y fracasan.

Y no solo ahora, a Buenaventura, desde las épocas de la conquista y la colonia, se le vio como un sitio estratégico de extracción, dominado y controlado por la elite caleña, a donde se venía a mercadear y a extraer oro transportados «a lomo de indio», hasta que, por la resistencia y el aniquilamiento indígena, hubo necesidad de traer esclavos africanos.

Buenaventura podría ser también la capital mundial del desempleo, del rebusque y de la precariedad en servicios esenciales como salud, educación, agua potable y saneamiento básico.

Lamentablemente, en los últimos años, ha sido golpeada por la violencia y el narcotráfico, convirtiéndose en un territorio disputado por grupos ilegales que han impuesto su dominio.

Aunque, en realidad, Buenaventura y Tumaco son las dos ciudades con la ubicación geográfica más estratégica de Colombia.

Son las principales puertas de entrada y salida hacia la cuenca del Pacífico, la región de mayor dinamismo económico a nivel mundial, con China como epicentro del comercio global. ¡Ahí es donde están los negocios, socio!

Mientras tanto, en Colombia, el arraigado centralismo sigue dictando la mirada hacia Bogotá, ignorando una realidad evidente: mientras el transporte de mercancías dependa principalmente de los barcos, que superan en capacidad a los aviones, Buenaventura es la clave para el desarrollo del país.

Ya es hora de que esta ciudad se convierta en el principal centro de producción de bienes de exportación, sobre todo de aquellos que nacen de su exuberante biodiversidad.

Sin embargo, seguimos atrapados en el mito de El Dorado y en un racismo solapado que ha relegado a Buenaventura a un papel secundario, cuando debería ser el motor económico que impulse a Colombia hacia el futuro.

Incluso, el Valle del Cauca ha evitado reconocerse como un departamento costeño, proyectándose como una región predominantemente plana.

Sin embargo, la realidad es otra: solo el 18% de su territorio pertenece al valle del río Cauca, mientras que una parte significativa se extiende hacia la costa del Pacífico, con todo el potencial que ello implica.

Todo lo anterior nos lleva a una conclusión ineludible: mientras Buenaventura siga siendo vista únicamente como un puerto, con una ciudad caótica a su alrededor, y no como lo que realmente es: el epicentro del futuro económico de Colombia, seguiremos condenados al estancamiento.

Es hora de romper con esa maldición histórica y reconocer que el progreso del país depende de la inversión en educación, salud, infraestructura y desarrollo urbano en Buenaventura.

Solo cuando esta ciudad reciba el lugar que le corresponde, el Valle del Cauca y Colombia podrán alcanzar su verdadero potencial.

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domingo 8 de junio, 2025
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