Incertidumbre turística

Si llegan a promoverlo como destino turístico surgiría una incertidumbre: viajar a Aracataca o visitar al “Macondo” de Alvarado Tolima.

Los lectores de “Cien años de Soledad”, soñamos algún día caminar por las mismas calles donde corrió el niño “Gabito”, contando árboles de almendros y saltando las piedras de los polvorientos frentes de las casas.

Eso se nos acrecentó desde el 2007, cuando García Márquez vivió la premonición que Efraín Orozco señala de “regresar a la tierra y volver a los lares de la infancia, cabalgando al lomo de los lejanos recuerdos”.

Los cataqueros remodelaron la casa nativa de Gabo convirtiéndola en museo, destacando los rincones que inspiraron al genio universal de las letras.

El Nobel partió grato con sus paisanos.

Jamás imaginó que cuando falleciera, el sudor colectivo de dieciocho meses y sus peripecias junto a un río cristalino con piedras gigantescas, serían copiados en versión ajena para un lugar andino, distante al mar, a la Sierra Nevada y a la Ciénaga Grande.

¿Qué tal quedarán las escenas sobre la masacre de los trabajadores de las bananeras de 1928, en un pueblo construido a prisa , copiado de las maquetas de los arquitectos? ¿Tendrá sentido filmar lejos del parque histórico de Ciénaga con emblemática escultura en homenaje a los trabajadores caídos? La copia de Macondo será aprobada por el público que sin reparo disfrutó con la versión mediática de Netflix, con un Riohacha descontextualizado históricamente, con gallera y apariciones fantasmales de Prudencio Aguilar, tan frágiles que no conmueven.

En mi no habrá incertidumbre turística porque conocí la literatura cuando comprendí las significativas historias del legítimo Macondo.

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