Cali, septiembre 17 de 2025. Actualizado: miércoles, septiembre 17, 2025 20:34
No dejemos marchitar el deporte
Hablar del deporte colombiano no es un asunto distante para mí. Tuve el honor de ser la primera mujer en dirigir Coldeportes en 2016, y desde allí impulsé políticas que fortalecieron el deporte escolar, la paz y la inclusión social.
Bajo mi dirección, Colombia vivió uno de sus momentos más gloriosos en los Juegos Olímpicos de Río 2016, con seis medallas, tres de ellas de oro, que ratificaron el poder del deporte como herramienta de orgullo y unión nacional, algo que después de 11 años, lastimosamente, no se volvió a ver.
Pero quizá la mayor transformación que lideramos fue convertir a Coldeportes en el Ministerio del Deporte, en 2019.
Ese paso histórico consolidó un respaldo institucional mucho más sólido para nuestros atletas, un reconocimiento al valor del deporte en la construcción de país.
Por eso, me duele profundamente constatar que hoy, apenas unos años después, la sostenibilidad de nuestro modelo deportivo esté en riesgo.
Los recortes presupuestales al Ministerio y la indiferencia del Gobierno amenazan con echar por tierra décadas de esfuerzo y sacrificio.
Lo que con tanto trabajo construimos —desde el deporte de base hasta el alto rendimiento— se ve ahora en vilo.
Los números son duros y alarmantes. El presupuesto del Ministerio del Deporte pasó de 1,3 billones de pesos en 2024, a apenas 464 mil millones en 2025, y se proyecta que en 2026 caerá hasta 312 mil millones —una reducción de más del 75 % en menos de dos años.
Programas cruciales como Atleta Excelencia, el laboratorio antidopaje o la preparación para los Juegos Olímpicos 2028, ven hoy su sostenibilidad comprometida, con recursos mínimos o nulos.
Y apenas el 18 % del presupuesto se ha ejecutado a mitad del año, lo que demuestra que los recortes no solo son en papel.
El deporte colombiano no solo nos da medallas. Nos da identidad, cohesión social, oportunidades para los jóvenes y esperanza en medio de la adversidad.
Lo hemos visto recientemente: en los Juegos Panamericanos Junior en Asunción, donde nuestro talento joven nos mantuvo en el podio continental; en la Selección Colombia, que une a todo un país alrededor de una camiseta; y en la reciente confirmación de los Juegos Nacionales y Paranacionales 2027, que traerán desarrollo a nuestras regiones.
Pero todo esto no se sostiene solo con discursos. El deporte es un derecho constitucional y una obligación del Estado.
No podemos cargarle esa responsabilidad al sector privado, que siempre será un aliado, pero no un sustituto. Se requieren decisiones firmes y voluntad política.
Existen caminos posibles: darle al deporte participación en los recursos de las apuestas deportivas, fortalecer los incentivos tributarios para la donación, recuperar los recursos de la telefonía celular que alguna vez fueron asignados al sector.
La tarea del Congreso y del Gobierno es clara: garantizar la sostenibilidad de un modelo que ya ha demostrado ser exitoso.
Hoy levanto mi voz con la autoridad de quien conoce desde adentro la transformación institucional del deporte colombiano. No dejemos que todo lo avanzado se marchite en manos del gobierno actual.
Defender el deporte es defender a nuestra juventud, a nuestras comunidades y al país que hemos soñado construir. El tiempo de actuar es ahora para evitar que el daño sea irreversible.