Cali, octubre 29 de 2025. Actualizado: miércoles, octubre 29, 2025 19:27

carlos hernan rodriguez columnista

Sin juventud, la democracia envejece

Carlos Hernán Rodríguez Naranjo

La segunda elección de los Consejos Municipales de Juventud (CMJ), realizada el 19 de octubre de 2025, dejó una alerta que no podemos normalizar: la mayoría de jóvenes no votó.

Aunque hubo un leve aumento frente a 2021, la participación sigue siendo mínima para una generación que representa casi una cuarta parte del país.

Este año votaron alrededor de 1,49 millones de jóvenes, el 12,8% del censo juvenil. En números simples: más de diez millones de jóvenes se quedaron por fuera.

Eso dice mucho más de nosotros —el Estado, los partidos y los liderazgos— que de ellos.
No es apatía. Es desconfianza.

Los jóvenes no se abstienen porque no les interese el país, sino porque no creen que su voto sirva para algo.

Ven a los CMJ como figuras sin poder real, cuyos acuerdos se diluyen entre actas y discursos. Cuando la participación no produce resultados, la esperanza se apaga.

El problema no es de juventud, es de sistema.

La política juvenil se ha vuelto un ritual sin consecuencias. Las instituciones no articulan, los partidos no abren espacio al relevo, y los liderazgos adultos aún no comprenden que sin jóvenes no hay futuro político.

Muchos ni siquiera sabían para qué servían los CMJ o cómo su voto podía incidir. ¿Cómo esperar participación si el proceso no tiene pedagogía ni impacto real en los territorios? No hay ciudadanía activa sin educación cívica, ni democracia sin sentido de pertenencia.

El país necesita una reforma de fondo.

Una opción concreta sería unificar las elecciones de los CMJ con otros comicios nacionales o locales. Esto aumentaría la participación al aprovechar la logística electoral y enviaría un mensaje potente: la voz joven también pesa en las decisiones del Estado.

Esa debería ser una bandera legislativa prioritaria.

Los partidos también deben mirarse al espejo: abrir listas, transparentar reglas y dejar de usar a los jóvenes como decoración de campaña.

Formar liderazgos jóvenes no es una estrategia electoral; es una necesidad democrática.

Colombia no puede seguir dándole la espalda a una generación que sí quiere transformar, pero que siente que el sistema no le abre la puerta.

Cada joven que vota con esperanza fortalece la democracia. Cada joven que se abstiene por decepción, la debilita.

La credibilidad no se recupera con discursos, sino con resultados. Si los CMJ logran incidir en programas reales de empleo, cultura, educación o medio ambiente, la participación crecerá sola.

La democracia se renueva cuando escucha. Y hoy, los jóvenes están hablando claro: quieren ser parte, no espectadores.

El reto está en que el Estado, los partidos y los líderes tengan la madurez de abrirles el espacio que merecen.

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miércoles 29 de octubre, 2025
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