Cali, octubre 4 de 2025. Actualizado: viernes, octubre 3, 2025 23:51

Desde la sala de redacción, 35 años de periodismo

Del estallido al tejido: agujas que unen

Del estallido al tejido: agujas que unen
sábado 4 de octubre, 2025

Del estallido al tejido: agujas que unenPor: Rosa María Agudelo – Directora Diario Occidente

Después del estallido, vino algo inevitable: la necesidad de volver a tejer.

Desde el dolor y la rabia, surgieron redes, diálogos y proyectos que intentaban transformar lo que antes apenas se denunciaba.

Durante estos 35 años he acompañado muchas iniciativas ciudadanas que buscan precisamente eso: reconectar, sanar, construir comunidad.

La Ruta Isabel Pérez, el Mural de Tapitas, las campañas de útiles escolares o de ayudas para damnificados, entre muchos, me han enseñado que la unión por una causa común crea tejido social.

Hacer también es resistir

Todas las experiencias son únicas, pero para mi el “Tejido Social por el Medio Ambiente“, que se presentó en Cali durante la COP16, tiene un sentido especial.

Antes de entrar en los detalles de esta obra, vale la pena detenerse en el concepto de tejido social. No se trata de una idea abstracta o un eslogan de campaña.

El tejido social es la red de vínculos, confianzas, afectos y compromisos que sostiene a una comunidad.

Es lo que permite que, ante una emergencia, los vecinos se organicen; que un grupo de madres de barrio impulse una biblioteca; que jóvenes de distintas comunas trabajen juntos por una causa ambiental.

En épocas recientes, hemos visto cómo el concepto de resistencia en nuestro país ha sido asociado, con frecuencia, a la destrucción, al daño a lo colectivo o a expresiones de violencia.

Resistir también puede significar lo contrario: construir, sumar, persistir en medio de la adversidad. El tejido social es una forma de resistencia que no rompe, sino que une; que no destruye, sino que repara. Y eso lo hace profundamente poderoso.

En ese sentido, el tejido social no es algo que se decreta desde arriba ni se impone por políticas públicas aisladas.

Se construye desde abajo, con trabajo colectivo, con voluntad ciudadana, con actos que, aunque parezcan pequeños, sostienen lo común.

Y en ese proceso, se tejen también valores: la solidaridad, la empatía, la generosidad, la cooperación.

Valores que hoy parecen desdibujados, en una sociedad donde muchas veces se aplaude más el atajo que el esfuerzo, la fama que el compromiso, el provecho individual que el bien común.

El tapiz vino a recordarnos que otra escala de valores es posible, y que sigue viva en cientos de personas que, sin esperar nada a cambio, entregaron su tiempo, su arte y su corazón para construir algo juntas.

Una idea que unió a desconocidos

Por eso, cuando una sola persona lanza una idea que moviliza a cientos, como ocurrió con este tapiz, estamos viendo el tejido social en acción, fortaleciéndose en tiempo real.

¿Qué tiene de especial un tapiz de diez metros de ancho por cinco de alto, compuesto por casi 5.000 piezas de crochet? Todo.

Lo primero que quiero resaltar es la forma en que surgió: la iniciativa de una sola persona que, en medio de un clima de desconfianza generalizada, logró convocar a cientos de personas desconocidas, unidas por el deseo de aportar.

El tapiz no fue hecho por artistas consagrados ni por encargo estatal. Surgió de un acto de fe colectiva.

Más de 350 personas, desde niños hasta adultos mayores, desde tejedores caleños hasta abuelas del Meta, desde estudiantes de Univalle hasta tejedores de Alemania, se unieron sin conocerse. Tenían un propósito común: darle a Cali un regalo que la representara frente al mundo.

Del estallido al tejido: agujas que unen

La diversidad, punto de encuentro

Este no fue mucho más que un proyecto ambiental. Fue una acción de resistencia frente a la desconfianza y la fragmentación que dejaron la pandemia y el estallido social.

En una ciudad como Cali, marcada por la polarización, el tapiz demostró que es posible construir algo hermoso desde las diferencias. Cada hexágono, con sus imperfecciones, sus colores intensos o desiguales, representa la diversidad de sus tejedores.

El proceso de creación colectiva tuvo obstáculos: escasez de hilos, piezas sobrantes de un color, ensamblajes fallidos, ajustes de última hora.

También hubo soluciones tejidas a punta de paciencia, reuniones y mucha creatividad. Colombia, por ejemplo, no se destacaba en el mapa. Hasta que se tomó la decisión de bordearla, añadirle mariposas, una orquídea, una flor de Inírida. Y entonces brilló.

Durante la COP16, el tapiz fue instalado en el edificio Coltabaco, donde miles de personas lo visitaron. Muchos lloraron, otros compartieron historias personales vinculadas al tejido, y unos cuantos aprendieron a tejer frente a él.

Hubo testimonios que me siguen rondando la cabeza: una mujer que recuperó el deseo de tejer tras perder parcialmente la vista, un hijo que recordó a su madre con alzhéimer al ver los grannies, una niña que vio en el tapiz la manta que su abuela tejió antes de morir.

¿Qué estás tejiendo por tu comunidad?

Hablar de tejido social también es hablar de corresponsabilidad. No basta con admirar el trabajo, si no nos preguntamos qué tanto estamos haciendo nosotros.

Los que no participan, no se integran ni aportan, también son parte del problema. No todo se resuelve desde el Estado, nada se transforma si la ciudadanía permanece indiferente.

Del estallido al tejido: agujas que unen

Tejer comunidad es un esfuerzo compartido. Cada acción cuenta, cada vínculo suma, cada compromiso fortalece lo común.

En mi recorrido, he aprendido que los proyectos que dejan huella no son los más grandes en presupuesto, sino los que logran conmover, reunir y transformar. Este tapiz es una de esas raras piezas que logra todo eso. Es arte, es memoria, es acción colectiva.

Hoy, los titulares están llenos de desesperanza por eso creo que vale la pena mirar este ejemplo. Porque si algo nos recordó este proyecto es que el tejido social se construye como se hace un grannie: con tiempo, cuidado, con otros. Y que no hay puntada pequeña si el propósito es común.

El desafío de mantener viva la inspiración

¿Qué viene después para estos proyectos? Tras la COP16, una de las grandes frustraciones fue el poco valor que las autoridades locales le dieron a esta obra colectiva.

A pesar del impacto emocional que generó, y del símbolo de unidad que representó, al momento de escribir esta columna el tapiz permanece guardado en una caja. Los funcionarios de la Alcaldía de Cali llamados a definir su ubicación definitiva nunca hicieron la gestión.

Este hecho evidencia un problema más profundo: en Colombia, la construcción colectiva de la ciudadanía muchas veces es ignorada o minimizada, mientras que otras formas de resistencia, ligadas a la destrucción o el enfrentamiento, reciben mayor atención.

Lo que falta es una conexión auténtica entre los funcionarios y la ciudadanía que los eligió. Las personas que llegan a lo público parecen olvidar que están allí para servir a los ciudadanos, no para administrar desde la distancia.

Cuando una comunidad construye algo y no encuentra eco en la institucionalidad, el mensaje que se envía es desalentador. Y sin embargo, la gente sigue creando, sigue creyendo, sigue tejiendo.

Lo más potente es que, mientras el tapiz esperaba destino, ya estaba naciendo un nuevo proyecto inspirado en él: la creación del primer techo de crochet de Colombia, con nuevas tejedoras, nuevos participantes y el mismo espíritu colaborativo.

Porque eso es lo que hacen las buenas ideas: se replican, inspiran, invitan a otros a actuar. Ese es el verdadero mensaje del tejido social: todos tenemos la capacidad de motivar, de sumar, de activar cambios desde lo cotidiano.

Tejer comunidad es una apuesta real por construir país desde abajo, una puntada a la vez.

Desde la sala de redacción: 35 años de periodismo

Este proyecto es una mirada al pasado, al presente y al futuro de Colombia a través de la experiencia periodística. A través de estas crónicas, busco no solo recordar, sino entender las lecciones que el tiempo nos ha dejado.

Porque el periodismo no es solo contar la historia, sino cuestionarla y, en ocasiones, desafiarla.

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