Cali, julio 4 de 2025. Actualizado: viernes, julio 4, 2025 18:14

Sin comunidad no hay paz. Sin justicia no hay democracia. Sin dignidad, no hay futuro.

Creer en la paz no es tarea fácil, pero es la única opción ética

Creer en la paz no es tarea fácil, pero es la única opción ética
martes 1 de julio, 2025

Por: Edilson Huérfano O; sacerdote Anglicano, iglesia de Oxford, defensor de derechos humanos

Persistir en la paz es un acto de valentía. Pero también de urgencia. La guerra no puede seguir siendo la excusa ni la costumbre. Colombia merece vivir sin miedo. Y para lograrlo, necesitamos decisiones valientes, liderazgos coherentes, y sobre todo, voluntad real de reconciliación.

En Colombia hablar de paz es hablar de justicia, dignidad y territorio. Es hablar de las vidas apagadas por la violencia y de las que resisten todos los días en medio del abandono, la exclusión y el conflicto.

Creer en la paz no es tarea fácil, pero es la única opción ética. La guerra ha sido el camino más largo y doloroso que hemos transitado como nación, y seguir por esa vía es insistir en el fracaso.

Hoy hacemos un llamado claro y firme a todos los actores políticos, al Gobierno Nacional y a los grupos armados, a replantear urgentemente las mesas de diálogo.

Los modelos tradicionales de negociación han demostrado estar lejos de las realidades del pueblo. No se puede seguir dialogando sobre los territorios sin quienes los habitan, sin las comunidades y sus liderazgos sociales, sin las mujeres que han sostenido la vida en medio del conflicto.

Creer en la paz no es tarea fácil, pero es la única opción ética

Cualquier acuerdo de paz que no surja desde abajo, desde el sentir colectivo, está condenado a la fragilidad o al rechazo. El país necesita procesos de paz enraizados en los territorios, refrendados por las comunidades de acuerdo a sus necesidades y contextos.

No basta con firmar documentos: se necesita legitimidad, confianza y presencia real del Estado donde por décadas solo han estado las balas.

En ese sentido, preocupa profundamente el papel de Otty Patiño como Alto Comisionado para la Paz. Su enfoque ha terminado por alejar los diálogos de las bases comunitarias, generando rupturas, tensiones innecesarias y desconfianza entre quienes deberían estar en el centro del proceso.

Su actitud, en lugar de propiciar puentes, ha levantado muros. Los territorios no necesitan un operador burocrático ni un administrador de negociaciones.

Necesitan un verdadero constructor de paz, alguien que escuche, que entienda el conflicto desde adentro, que no vea a los actores armados ni a las comunidades como enemigos, sino como partes esenciales de la reconciliación nacional.

Hoy más que nunca, Colombia necesita un Comisionado de Paz que sea puente, que represente la esperanza y no la confrontación, que entienda que la paz no se decreta desde los escritorios, sino que se construye con presencia, escucha activa y respeto por la dignidad de todos los actores.

No se puede seguir improvisando ni tratando el conflicto armado como si fuera un asunto de trámite. Lo que está en juego son vidas humanas, generaciones enteras que han crecido entre el miedo y la desesperanza.

Creer en la paz no es tarea fácil, pero es la única opción ética

El país necesita una conducción política que crea en la paz como un proceso colectivo, no como una estrategia de control.

La verdadera democracia se forja cuando el pueblo tiene voz y poder de decisión; cuando las mujeres, los campesinos, los pueblos indígenas, las juventudes, las víctimas, son escuchados y respetados; cuando la justicia social no es una promesa, sino una realidad palpable.

Solo así la paz dejará de ser una ilusión y se convertirá en el corazón de un nuevo proyecto de nación.

El momento es ahora. Persistir en la paz es un acto de valentía. Pero también de urgencia. La guerra no puede seguir siendo la excusa ni la costumbre.

Colombia merece vivir sin miedo. Y para lograrlo, necesitamos decisiones valientes, liderazgos coherentes, y sobre todo, voluntad real de reconciliación.


Creer en la paz no es tarea fácil, pero es la única opción ética

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