Cali, octubre 22 de 2025. Actualizado: martes, octubre 21, 2025 23:32
Desde la sala de redacción, 35 años de periodismo
Univalle: la primera sala de redacción
Por: Rosa María Agudelo – Directora Diario Occidente
Hoy se cumplen 35 años de la primera emisión de Notipacifico, noticiero en el que salió al aire mi primer trabajo periodístico.
La ocasión es por si sola importante, pero lo que la hace más especial es que coincide con los 50 años de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Valle, mi alma máter.
Podría decirse que mi primera sala de redacción no fue en un periódico ni en un canal de televisión, sino en un salón de clase.
Allí, entre los micrófonos de Univalle Estéreo, las cámaras de Univalle TV y los pasillos del edificio del CREE, nos formamos en el oficio.
Hacíamos pruebas, jugábamos con los formatos, pero sobre todo aprendíamos a investigar, a cuestionar y a convivir con las diferencias.
Una universidad diversa
La Escuela era un universo variopinto. En un aula coincidíamos estudiantes de orígenes étnicos, sociales, económicos, religiosos y políticos muy distintos.
Esa diversidad, que a veces se traducía en choques, también fue la mayor riqueza. Nos obligaba a escuchar al otro, a ponernos en su lugar, a argumentar sin descalificar, a aprender que la comunicación no se reduce a lo que se dice, sino también a lo que se calla y a lo que se interpreta.
No era un ambiente fácil. Recuerdo a un compañero que me decía “Rosaburguesa”, como una manera de marcar la diferencia entre su origen y el mío.
Con el tiempo entendí que esas etiquetas, aunque incómodas, también eran parte del aprendizaje: me enseñaron a no dejarme encasillar y a responder con trabajo y rigor.
Autonomía y responsabilidad
Si algo distinguía a Univalle era la autonomía. La excelencia no se construía desde la vigilancia, sino desde el compromiso individual.
Esa disciplina, que no se imponía con reglas sino con exigencia académica, ha sido una brújula que me acompaña hasta hoy.
En esa escuela aprendí a escuchar a la ciudad, a leer las señales y los símbolos, a entender que cada noticia está cargada de contextos.
El legado de Univalle no se limita al amor por el conocimiento y la investigación: me dejó amigos entrañables, colegas con los que todavía intercambio ideas y reflexiones, y la certeza de que pensar distinto no es una amenaza, sino una oportunidad para crecer.
Entre paros y estigmas
Ser estudiante en Univalle nunca ha sido sencillo. En mis años también hubo paros, revueltas y buses incendiados. Aprendimos pronto que no siempre eran los estudiantes quienes protagonizaban esos hechos.
Había infiltrados, “eternos” que instrumentalizaban los deseos y las ilusiones de quienes apenas llegábamos. Cuando corría el rumor de que “iban a actuar”, evacuábamos el campus.
Lo más triste era el estigma. A los ojos de muchos, ser estudiante de Univalle equivalía a ser revoltoso o revolucionario, más allá de que la mayoría estuviéramos dedicados a estudiar y formarnos con rigor.
Esa etiqueta ha perseguido a generaciones enteras, ocultando que, en realidad, la universidad ha sido una de las mejores del país y un semillero de excelencia académica.
La mirada que transforma
Con el tiempo comprendí que ser egresada de Univalle me otorgaba un privilegio especial: la posibilidad de mirar el mundo desde otros ojos.
Haber compartido pupitre con personas tan distintas me permitió entender las realidades diversas de nuestra población.
El periodismo que ejerzo hoy —ese que busca dar voz a los invisibles, registrar la memoria y cuestionar los poderes— se forjó en esas aulas donde aprendimos a investigar con rigor, pero también a convivir con las diferencias.
En Univalle entendí que la comunicación es, ante todo, un ejercicio democrático: escuchar a todos, incluso a quienes piensan distinto. Y que la autonomía intelectual es inseparable de la responsabilidad social.
35 años después
Han pasado tres décadas y media desde que comencé a contar historias. He visto transformarse el periodismo, desde los días en que esperábamos el noticiero de la noche hasta esta era digital marcada por la inmediatez y la desinformación.
He vivido la transición de la televisión a la prensa escrita, la irrupción de las redes sociales, y ahora el desafío de la inteligencia artificial.
Pero cuando pienso en el punto de partida, regreso inevitablemente a Univalle.
Un homenaje
Este homenaje es para la Universidad del Valle, que me dio las herramientas para ejercer este oficio con dignidad y compromiso.
Para los profesores que nos exigieron pensar por cuenta propia. Para los compañeros que me enseñaron que en la diferencia hay riqueza. Para la institución que, en medio de paros y prejuicios, ha sabido mantenerse como una de las más grandes del país.
Treinta y cinco años después, sigo convencida de que el periodismo es un privilegio y una responsabilidad. Y que la escuela de Univalle, con sus 50 años de historia, seguirá formando generaciones que entienden la comunicación no solo como un oficio, sino como un compromiso con la sociedad.
Con esta nota debía terminar la serie Desde la Sala de Redacción, 35 años de periodismo. Durante 35 semanas les he compartido los fenómenos, las noticias, los hechos que me han marcado durante mi carrera.
Sin embargo, es importante pensar en las historias que no he contado y en lo que nos espera del periodismo en los próximos años. Así que todavía creo que tendré tema para un par de semanas