Cali, septiembre 10 de 2025. Actualizado: martes, septiembre 9, 2025 23:40

La fatiga digital de los sentidos

¿Cómo las pantallas están reprogramando nuestra percepción del mundo?

¿Cómo las pantallas están reprogramando nuestra percepción del mundo?
Foto: Pexels
miércoles 10 de septiembre, 2025

Vivimos en la era de las pantallas. El celular nos despierta, la computadora nos acompaña durante el trabajo, la tableta nos entretiene y la televisión nos adormece. Pasamos, en promedio, más de 9 horas al día frente a dispositivos electrónicos.

Este bombardeo constante no solo afecta nuestra mente —con ansiedad, déficit de atención o insomnio—, sino también nuestra percepción sensorial.

Vista, oído, tacto e incluso nuestra noción del tiempo están siendo moldeados por una experiencia digital que se aleja cada vez más del mundo natural.

La vista: un ojo diseñado para horizontes que mira solo centímetros

El ojo humano evolucionó para observar paisajes lejanos, detectar presas o peligros en movimiento y adaptarse a cambios de luz.

Sin embargo, la vida digital lo obliga a enfocarse durante horas en un punto fijo, brillante y cercano.

Las consecuencias ya son visibles: la miopía ha aumentado a niveles epidémicos, especialmente en jóvenes. En países de Asia oriental, más del 80% de los adolescentes necesita lentes correctivos.

Además, la exposición prolongada a la luz azul de las pantallas altera la producción de melatonina, interfiriendo con el sueño y debilitando el ritmo circadiano.

La fatiga visual digital —caracterizada por visión borrosa, ojos secos y dolores de cabeza— se ha convertido en la nueva enfermedad laboral del siglo XXI.

El oído: auriculares que aíslan y saturan

La música, los pódcast y las videollamadas mantienen a nuestros oídos en alerta casi constante. Pero el problema no es solo la cantidad de horas con auriculares, sino la intensidad del sonido.

Muchos jóvenes escuchan música por encima de los 85 decibeles, nivel que, con el tiempo, puede dañar las células auditivas.

Además, el diseño digital ha cambiado nuestra sensibilidad auditiva. Algoritmos de compresión eliminan frecuencias “innecesarias”, moldeando nuestra percepción del sonido real.

¿Resultado? El oído se acostumbra a un mundo acústico artificial, menos variado que la riqueza sonora de la naturaleza.

El tacto: la piel frente a superficies lisas

El sentido del tacto se nutre de la diversidad: texturas rugosas, suaves, húmedas, cálidas. Sin embargo, hoy gran parte de la experiencia táctil está reducida a superficies lisas de vidrio.

La interacción con pantallas limita la estimulación sensorial y, según algunos estudios, puede incluso afectar el desarrollo neurosensorial de los niños pequeños, quienes necesitan manipular objetos reales para entrenar la motricidad fina.

En adultos, el tacto digital genera una paradoja: estamos más conectados que nunca, pero físicamente más aislados.

La piel, el órgano más grande del cuerpo, recibe menos estímulos del mundo real y más de interfaces artificiales.

El tiempo: la ilusión del scroll infinito

Las pantallas también alteran nuestra percepción temporal. Plataformas como TikTok, Instagram o YouTube diseñan sus algoritmos para mantenernos atrapados en un flujo interminable de estímulos.

El resultado es un fenómeno conocido como “time warp”: creemos que pasaron minutos cuando, en realidad, transcurrieron horas.

A nivel cerebral, esto ocurre porque la novedad constante activa el circuito de recompensa, generando microdosis de dopamina que nos hacen perder la noción del tiempo.

El reloj interno, acostumbrado a hitos físicos como la luz del sol o la fatiga corporal, se desincroniza en la experiencia digital.

El olfato y el gusto: sentidos relegados

Si bien el olfato y el gusto no se usan directamente en la vida digital, su desuso relativo es significativo. La interacción con pantallas desplaza experiencias multisensoriales —como cocinar, caminar en la naturaleza o compartir una comida— hacia estímulos principalmente visuales y auditivos. Esto puede empobrecer la memoria sensorial, que depende de la riqueza de olores y sabores para fijar recuerdos.

¿Estamos creando un humano sensorial digitalizado?

El panorama plantea preguntas inquietantes:

¿Estamos perdiendo sensibilidad en algunos sentidos mientras hiperdesarrollamos otros?

¿Qué consecuencias tendrá esto en las próximas generaciones, que desde bebés interactúan con pantallas?

¿Podría la fatiga digital ser una nueva forma de “malnutrición sensorial”?

Algunos expertos hablan ya de una evolución cultural acelerada hacia un humano digital, con cerebros adaptados a estímulos rápidos, brillantes y repetitivos, pero menos capaces de disfrutar la lentitud y la riqueza de la experiencia física.

Cómo recuperar el equilibrio

No se trata de demonizar la tecnología, sino de aprender a integrarla de manera consciente:

  • Descansos visuales: aplicar la regla 20-20-20 (cada 20 minutos, mirar algo a 20 pies de distancia durante 20 segundos).
  • Higiene auditiva: limitar el volumen de auriculares y buscar momentos de silencio.
  • Diversidad táctil: manipular objetos reales, practicar manualidades, caminar descalzos.
  • Reconexión con lo natural: dedicar tiempo a experiencias sin pantallas, como cocinar, hacer deporte al aire libre o simplemente contemplar un paisaje.

La fatiga digital de los sentidos no es un destino inevitable, sino un desafío que nos invita a equilibrar el mundo artificial con el natural. Las pantallas nos conectan, pero también nos reprograman.

Reconocer su impacto es el primer paso para diseñar un futuro donde la tecnología amplifique nuestra humanidad, en lugar de reducirla.

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